martes, noviembre 20, 2007

¡¡Se acabó la espera!!

Viña del Mar, noviembre 24 del 2.007, 21:00 hrs.


¡¡¡Finalmente cumplí con mi impenitente e irrevocable deseo de ver, por fin, al parcito este!!!
Ahora sólo me resta ver un cuadro de Velázquez.

A propósito del Transantiago........



Quousque tandem abutere patientia nostra?

(¿Hasta cuándo vas a abusar de nuestra paciencia?)

viernes, noviembre 09, 2007

De la amistad..............

Este es el primer precepto de la amistad: pedir a los amigos sólo lo honesto y sólo lo honesto hacer por ellos.

Marco Tulio Cicerón.

miércoles, noviembre 07, 2007

Cómo una gestión deficiente puede arruinar un éxito casi seguro.

Este artículo apareció en Wharton y por lo interesante me parece adecuado compartirlo con ustedes:

El ridículo más grande de McLaren” fue el titular más repetido el lunes 22 de octubre en la prensa mundial, el día de la gran resaca provocada por la encrucijada que se lió en la final del Mundial de Fórmula 1. Parecía imposible, pero pasó. El piloto Kimi Raikkonen y Ferrari fueron proclamados campeones del mundo cuando Ron Dennis, el jefe de McLaren Mercedes, tenía en su escudería a los dos mejores pilotos de la parrilla, el inglés Lewis Hamilton y Fernando Alonso, el español. El error de Dennis fue implantar una estrategia basada en una guerra personal entre sus propios pilotos, que olvidaron que compartían un objetivo inicial: colgar a McLaren la medalla de oro del Mundial.

Alonso acabó tercero en el Mundial, pero salió con la sonrisa que pasea un merecido ganador, como queriendo dejar claro que él no se había equivocado. En España, la victoria del piloto finlandés Kimi Raikkonen se celebró como un gran triunfo personal. ¿Por qué, si había perdido el español? Los expertos aseguran que la última carrera en la que se decidía todo se convirtió en algo más que una batalla entre un equipo italiano y uno inglés. También coinciden en que en el deporte y los negocios es así: la competitividad se convierte en un ingrediente clave, siempre que se sepa administrar y dirigir como es debido. Explican que Ron Dennis y los suyos se empeñaron en que Hamilton, “su chico de oro”, tenía que hacer historia y ser campeón este año, el de su debut, y su cabezonería les hizo olvidar que Ferrari estaba ahí y que Raikkonnen no tiraba la toalla. “Dennis y todo el entorno de Hamilton se equivocó con él cuando le hicieron creer que un novato podía llegar a ser campeón del mundo en el primer año de su carrera”, critica Ignacio Urrutia, profesor de la escuela de negocios IESE.

El error más caro de Dennis

Los expertos en la materia recuerdan que Dennis, patrón de la escudería anglo-alemana, trabajó duro defendiendo que cuanto más divides a tu equipo y cuanto más les enfrentas, mucho más rendimiento puedes conseguir. Y están convencidos de que, abanderando esta premisa, Dennis hizo en Brasil el ridículo más grande del siglo, ya que se empeñó en exigir demasiado a sus pilotos para conseguir triunfos a corto plazo. “Contrató a un campeón del mundo, Fernando Alonso, para asegurarse que, con un buen coche y su experiencia como bicampeón mundial, McLaren se hiciera con el Mundial. Pero no supo gestionar el equipo”, comenta Sandalio Gómez, profesor del IESE. En una empresa, “cuanta más gente brillante tienes, más difícil resulta formar un buen equipo, porque piensan primero en ellos. Para conseguir un equipo en condiciones, cada persona tiene que aportar todo lo que sabe y ponerlo al servicio de un mismo objetivo”, ejemplifica Gómez. Y aquí falló Ron Dennis. Su máxima era ganar el Mundial, “fichó a Alonso para ello, pero a mitad de Mundial se percató de que Hamilton podía copiar todos los adelantos de Alonso, y corrigió su objetivo. El error ha sido cambiar el objetivo fijado en mitad de camino”, considera Gómez.

Según los expertos, el error personal de Hamilton fue no aprender de Alonso, que sí puede presumir de haber sido campeón durante dos temporadas consecutivas. “Hamilton tenía que haber aprendido de Alonso, no intentar superarlo. Ha demostrado que tiene mucha ambición a corto plazo”, dice Gómez. En la formación de Hamilton, Urrutia echa en falta un buen asesor que le hubiera dicho que éste no era el año para ganar, sino que le tocaba aprender de Alonso, que ha ganado contra grandes pilotos de Fórmula 1. “Ron Dennis se jugó todo a una carta con un piloto que no tenía experiencia, y lo perdió todo”, continúa Gómez. Ron Dennis también se equivocó al sobrevalorar a Hamilton. Al principio de la temporada, casi nadie apostaba porque el inglés se llevaría el Mundial a casa. Pero, a medida que se lo fue creyendo, aumentó la presión. El fallo con el inglés se provocó cuando nadie le avisó de que simplemente era un conductor de carreras de Fórmula 1. Eduardo Fernández-Cantelli, profesor del Instituto de Empresa (IE), apunta que “a Alonso se le infravaloró y, por el contrario, a Hamilton le sobrevaloraron. Ahí estuvo el fallo”.

En un entorno tan competitivo como el empresarial también se necesitan directivos con hambre competitiva. “Se necesita a gente muy buena, pero desde el principio hay que fijar un objetivo y utilizar los recursos para que se ajusten al objetivo final de la empresa”, señala Urrutia. Fernández-Cantelli, añade que “Dennis consiguió reunir a los dos mejores pilotos del momento y, a la hora de la verdad, no fueron competitivos”.

El profesor del IE achaca el error de Dennis a “no haber sabido maximizar las fortalezas de sus dos pilotos”. Por su parte, para Urrutia el fallo vino provocado porque Ferrari, su rival más directo, no compitió de la misma forma. “Hay empresas que les gusta enfadar a todo su equipo para sacar lo mejor de cada uno, aunque no se sientan cómodos en el entorno. El éxito vendrá si todo el entorno trabaja en la misma dirección”. Para Pedro Parada, profesor de Esade, simplemente fue una estrategia fallida. “Dennis apostó por una estrategia que no funcionó: generar hipercompetitividad entre sus pilotos. Quería que uno de los dos ganase. Otra opción podría haber jugado como equipo para derrotar a Ferrari, pero él quería ganar como fuese. Es una estrategia muy respetable aunque le haya salido mal”, defiende. Para Urrutia, Dennis se olvidó de quién era su competidor directo, Ferrari, “que ha demostrado lo que significa hacer un buen trabajo en equipo”.

El desequilibrio de un equipo

Dennis creyó que el único competidor de Hamilton era Alonso, y lo que consiguió fue desequilibrar a su propio equipo, explican los expertos. Tanto lo desequilibró, que, según Gómez, “Dennis fichó a Alonso porque era el número uno, y su objetivo era que McLaren se beneficiase de la estela del campeón. Y, a mitad de camino, le hacen ver que no, que ahora la estrella del equipo es Hamilton, y a Alonso lo dejan de segundón. Aquí llegó el momento donde empezó la competitividad interna”. La única diferencia que el profesor de Esade encuentra entre la estrategia de McLaren y la de Ferrari es que el primero quería ganar enfrentando a sus pilotos para sacar lo mejor de cada uno, y Ferrari optó por la colaboración en equipo. “Pero son dos estrategias totalmente respetables”, defiende. Dos estrategias muy distintas y no por ello criticable. “Podemos compararlo con los bancos. Santander, por ejemplo, tiene una estrategia basada en la internacionalización, en adquisiciones y en la eficiencia. Bankinter, por su parte, sólo trabaja en España, mantiene un crecimiento orgánico y apuesta por la diferenciación. ¿Por tener dos estrategias distintas podemos afirmar que uno es mejor que el otro?”, cuestiona Parada.

Al igual que en las empresas, si se crea una competencia interna de equipo, algunos objetivos entran en colisión. El objetivo final de cualquier empresa –o equipo- es ganar, una teoría totalmente compatible con el interés particular de un empleado –o piloto-, explican los docentes. “Los trabajadores tienen que anteponer a sus propios intereses el de su empresa, el de su equipo. Y, para ello, hace falta un sobreesfuerzo para pensar en los demás. Y esto no se traduce en que, a título individual, una persona no quiera brillar dentro de su empresa”, afirma Gómez.

Según Gómez, cualquier compañía cuya máxima sea compatibilizar los objetivos del personal con los de su propia empresa debe trabajar duro en varios planos. En primer lugar, en el material: “Hay que marcar un objetivo de compañía fuerte, que complemente el objetivo de los departamentos”. En segundo lugar, el retributivo, “ligado al resultado del grupo”. Después, el profesional: “Hay que hacer partícipe a cada uno de nuestros empleados y concienciarlos de que el objetivo del grupo depende también de su colaboración personal”. Y, por último, el plano social. “Hay que conseguir que el profesional se dé cuenta de que tiene que colaborar con los demás en la consecución del objetivo común”. Y es labor del gestor conseguir esta consecución. “Hay que enseñar a la plantilla que la empresa es un tema conjunto. Saber gestionar es conseguir lealtad y solidaridad de todos con el objetivo compartido”, resume Gómez. Parada tampoco cree que contar con los mejores sea sinónimo de un éxito asegurado. “Tienes que aprender a gestionar como sistema. Y, si no, observen a McLaren: ha tenido los mejores coches, pilotos número uno e inmejorables patrocinadores. Pero no ha sido suficiente. Le ha faltado coherencia interna”, resume.

Los expertos recuerdan que en una organización, no es nada fácil contar con los mejores y, aprovechando sus potenciales, conseguir un alto nivel de competitividad y compromiso manteniendo, a la vez, el hambre competitivo. El gran error que tanto le va a costar a Dennis fue “poner por delante los objetivos personales –prefería un campeón inglés- que los objetivos de la escudería –ganar el Mundial-. Ron Dennis se confundió de competidor”, apunta Urrutia. Contar con un alto nivel de competitividad dentro de una organización es posible, “pero no te aseguras un compromiso”, recuerda Urrutia.

Un poco de suerte y mucha constancia

En el ángulo opuesto jugaba Ferrari. Una escudería que, según los expertos, tenía muchas excusas para haber tirado la toalla antes de tiempo. Pero la italiana apostó por un trabajo constante, se hizo suya la idea de que mientras hay vida hay esperanza, desfilaron como auténticos profesionales y demostraron que formaban un equipo en las entrañas de un deporte tan individualista. Los dos hombres del equipo, Jean Todt, el jefe de Ferrari, y Kimi Raikkonen, el superpiloto del equipo, querían conquistar un mismo destino: coronar a Ferrari como ganador. Ningún profesor duda de que el directivo francés y el trabajo en equipo han sido la pieza clave del éxito de Ferrari. “Es una escudería que ha luchado siempre por el título, y es una cultura que la tienen muy arraigada” defiende Urrutia. Y todo éxito depende un poco de la suerte y gran parte de la constancia. “Tener hambre de triunfo y ser tan constantes los han llevado hacia la victoria. Ferrari no tenía nada que perder, y sí mucho que ganar”, continúa. Por su parte, Fernández-Cantelli argumenta que “la discreción que ha paseado, el buen manejo de sus recursos y el haber demostrado que tiene más experiencia para manejar este tipo de situaciones que McLaren, ha sido la llave que ha abierto la puerta del éxito a Ferrari”.

Ferrari ha sido la única escudería que ha competido en todas las ediciones de Fórmula 1 desde 1950. “La constancia, la tenacidad, seguir animados incluso cuando todo estaba casi perdido, luchar aun cuando en la primera parte del Mundial ya daban por ganador a McLaren, y seguir mejorando para que Raikkonen consiguiera ser campeón del mundo, ha sido la base para que Ferrari ganara”, considera Gómez. Parada es de las voces que defienden que el éxito de Ferrari ha venido dado por “concentrarse en ganar a un competidor: McLaren, y apostar por un piloto: Raikkonen”.

Aunque parece que todos los dedos apuntan a que el equipo Ferrari en su conjunto ha sido el gran campeón de este Mundial, los expertos envían un aviso a navegantes: el británico Bernie Ecclestone, el poseedor de los derechos del Mundial de Fórmula 1, ha sido una gran estrella entre las estrellas. “El deporte necesita competencia, y Ecclestone ha conseguido mantener un interés competitivo a todos los niveles hasta la última vuelta en Brasil. Hacía mucho tiempo que no se vivía una Fórmula 1 con tanta pasión”, afirma Gómez. Urrutia, en la misma línea que su colega, recuerda que, en la era de Michael Schumacher, el morbo de la Fórmula 1 se había perdido. “Cuando en el 99% de las ocasiones se sabe quién va a ganar, se pierde todo el encanto. Ecclestone ha conseguido que ahora, en una final, pueda pasar cualquier cosa, como ha pasado en ésta. Nada estuvo decidido hasta los últimos minutos”.

Fijar un mismo objetivo

Con las cosas así, ahora, ¿quién querrá compartir escudería con el protegido de McLaren? “Ahora, McLaren debe preguntarse si se la quiere jugar con Hamilton y fichar a otro para que sea el segundón del equipo”, dice Gómez. Urrutia aconseja a McLaren que fiche a un piloto que, desde el principio, acepte que el líder del equipo va a ser Hamilton. “Está demostrado que no se puede tener dos campeones en una misma escudería”, añade. El gran problema al que se enfrenta la escudería británica es “cómo reconstruir la confianza, limpiar su imagen y descifrar con qué piloto contar para el próximo mundial”, considera Urrutia.

Según Gómez, para las arcas de la historia, Ron Dennis será recordado como el ejemplo de todo lo que no debe hacer un buen gestor. “El daño es irreparable: hablamos de números uno y había mucho dinero en juego. Es un irresponsable”, critica, aunque está convencido de lo difícil que es formar a un equipo con dos estrellas. “Igual que en una empresa, esas estrellas tienen que ponerse al servicio de la empresa –o equipo-. Hay unos objetivos globales que se deben cumplir”, señala.

Parada, mucho más optimista, no cree que Dennis se haya colgado de por vida el sambenito de ser un mal gestor. “Simplemente, es un tipo de gestor, que apostó por una estrategia y le ha salido mal. Él arriesgó por la competitividad interna, y hay muchas empresas donde este tipo de estrategia funciona muy bien”. Fernández-Cantelli tampoco tiene claro que Dennis haya arruinado su carrera profesional. “Ha perdido una batalla, pero no la guerra. Además, en el deporte la memoria no es rencorosa. Si el año que viene consiguiera hacer historia, todo el mundo se olvidaría de lo que ha pasado en este mundial. De todos modos, de fracaso en fracaso hay que caminar con la cabeza bien alta”, aplaude.

Para los profesores de las escuelas de negocio españolas, la manera de gestionar de Ron Dennis enseña varias lecciones. “Ha quedado demostrado que es muy difícil gestionar un equipo de estrellas; que lo importante es fijar un objetivo y una estrategia y mantenerla en el tiempo, y que hay que tomar decisiones que fortalezcan al equipo y los dirija hacia el objetivo que el equipo se marcó”, enumera Gómez. Como directivo, el principal problema de Dennis ha sido “no entender quién era su competidor. A veces, en muchas empresas no saben que en su propio equipo tiene a gente que está compitiendo entre ellos”, dice Urrutia. El único fallo que Fernández-Cantelli achaca a McLaren es “no haber exprimido al máximo los recursos que disponía”. Para Parada, la mejor lección aprendida de todo este lío es que “contar con el mejor talento, no siempre te asegura el éxito”.

martes, noviembre 06, 2007

¿Qué les pasa a algunos políticos?

No es misterio para nadie que, como dice Serrat, ha de haber gente pa’ too y esta afirmación es válida principalmente en política.

En efecto, en la fauna tan singular que compone esta actividad encontramos especímenes de todo tipo: desde aquel Ministro de Estado que, pese a que todo el país vio por televisión que votó con su carné de conducir, negó impúdicamente el hecho, hasta que la evidencia lo aplastó; pasando por el sin par Presidente de la Cámara de Diputados que envió cartas a todos sus partidarios - con motivo una elección interna de su partido - con los recursos que los ciudadanos ponemos disposición de los Honorables para que legislen y sólo porque lo sorprendieron in fraganti devolvió lo malversado y - como no - aquí no ha pasado nada y siguió haciendo gárgaras y hablando de probidad; sin dejar de mencionar a aquel Honorable que suele presentar proyectos de Ley que baja desde Internet y que se ha ganado, legítima y esforzadamente, el apodo de Wikipedia (¿qué hará - me pregunto - con los dineros que los ciudadanos ponemos a su disposición para que contrate expertos y asesores?); y no podemos olvidar, por supuesto, a ese otro, pus hom, que habla con los muertos para recibir prevenciones y derroteros éticos-políticos-judiciales que engrandecen al país. En esta especie de línea del tiempo - matemáticamente, una línea es una sucesión infinita de puntos - hay para todos los gustos y cuando digo para todos los gustos es PARA TODOS LOS GUSTOS porque estos sujetos son como los modelos de auto: elija usted el modelo que le guste y sin lugar a duda quedará contento y satisfecho, pues hay una variedad tan infinita como puntos hay en una línea.

También hay, para confirmar la regla, excepciones que permiten decentar un poco el local, pero que, como toda excepción, son lunares blancos en la noche oscura de nuestra política criolla.

En esta ya cansadora actividad de ser ciudadano - cansadora porque la carga está mal estibada y sabrán, por propia y fatal experiencia, quien la soporta con mayor rigor - ahora los Honorables nos sorprenden - algunos, para ser justos - con una proposición que consiste en que, ya que los jóvenes son penalmente imputables a los 14 años, tengan también derecho a voto en las elecciones municipales (sin embargo, un chiquillo un poco más audaz anunció ya que aspiran a tenerlo también para las elecciones presidenciales, lo que nos previene de lo que pregunto más adelante)

Hace muchos años atrás vi una película – cuyo nombre ya no recuerdo – cuyo argumento, en breve, era el siguiente: jóvenes adolescentes, cansados de las sandeces, torpezas y violencia de los mayores, se rebelan y toman el poder. Reorganizan todo el sistema, desplazan a los políticos corruptos, eliminan a los militares (los eliminan dejándolos sin actividad, no matándolos) y un largo etcétera con el cual pretendo disimular mi mala memoria. Obviamente, para darle el matiz romántico tan de gusto colectivo, hay un jovencito buen mozo y listo que es el líder de todo esto y una chica linda y lista que es su novia. Pasado un tiempo aparece otro joven, también buen mozo, pero no muy listo - deficiencia que suplía con una ambición desmesurada -, que decide hacerle competencia junto a sus amigos y, todos apatotados (¿por qué será que los malos siempre se apatotan?), desplazan al jovencito del liderazgo. Pero como no basta ser malo para prosperar, este, con la ayuda de sus amigos buena onda y de su novia lista, logra recuperarlo. Una vez logrado esto ve que un grupo numeroso de niños se acerca y uno se adelanta para decirle que a contar de ese instante quedaba cesante en su cargo de líder, pues ellos, cansados de las luchas y ambiciones de los jóvenes tomaban, a contar de ese momento, el poder. Ahí termina la película, sugiriendo que el ciclo sería interminable, porque el jovencito, al retirarse, no puede dejar de notar a unos infantes que observan atentamente la escena.

Las enseñanzas que pueden sacarse del argumento son muchas, pero me quedo con la de no abusar infinitamente de la paciencia de los demás, so pretexto de ser novedosos, audaces y creativos porque no debe confundirse la imputabilidad penal de un púber de 14 años con la necesaria madurez y sensatez para elegir a las autoridades, aunque las electas, en la práctica, no resulten muy sensatas que digamos. Los jóvenes de 14 años son imputables en los delitos que cometen con el único propósito de que puedan ser sometidos a un proceso de rehabilitación adecuada, controlada y obligatoria, puesto que sus mentes aún son lo suficientemente permeables a los buenos influjos y ejemplos, de tal suerte que puedan ser a futuro reinsertados en la sociedad, ahora como personas socialmente útiles. Obviamente, todos sabemos que esto es un chiste y que, en la práctica, ante la imposibilidad de darles un balazo en la nuca, se les encierra, hacinados y sujetos a todo tipo de riesgos, en verdaderas pocilgas controladas por personal mal pagado, insuficiente, sin capacitación, sin recursos y absolutamente desmotivado, con lo que estos jóvenes quedan - en los hechos - sin ninguna posibilidad real de rehabilitación.

Y como anuncié unas preguntas digo que, con el mismo criterio de la película de marras, podría llegarse el absurdo que ya que los mayores de 14 años votan en las elecciones municipales ¿por qué no podrían exigir su derecho a ser candidatos a Alcaldes (tendrían una ventaja sobre muchos, pues hay Ediles que no saben leer)? Y si pueden ser Alcaldes, ¿por qué no exigir ser Diputados (otra ventaja, pues hay Honorables que no han terminado su Educación Media, aunque los certificados - falsificados, ¡¡por supuesto!! - digan otra cosa)? Y si pueden ser Diputados ¿por qué, entonces, no Senadores (empate, porque si ellos practican el copy & paste con sus tareas hay otros - como ya vimos - que hacen lo mismo con las Leyes)? Y si Senadores ¿por qué no Presidentes de la República? ¿O Secretarios Generales de la OEA? ¿O de la ONU? ¿O Directores de sus propios Colegios?

Por cierto los políticos serán políticos (lo que dice y sugiere harto acerca de su oficio) pero no imbéciles y se cuidarán muy bien de que esos jóvenes voten pero no tengan acceso a la toma de decisiones, de tal suerte que sigan al margen de la sociedad, sin educación de calidad, sin oportunidades y con trabajos mal pagados - o sin trabajo, simplemente - para así poder seguir manipulándolos a su antojo per secula seculorum.

Parece mentira que un Honorable, muy orondo y serio, se dirigiera al país (literal, no metafóricamente) para anunciar el chiste que ha dado motivo a este post, mientras todos sabemos que hay proyectos de Ley muchísimo más importantes y útiles que duermen por años en la Cámara, pero ya el gran Víctor Hugo nos prevenía acerca de sujetos como este que - decía - confunden las constelaciones del firmamento con las huellas estrelladas que dejan en el cieno blanco de un lodazal las patas de los gansos.

No sé cuanto dinero se ocupará si esta peregrina y estúpida idea llegase a concretarse, pero las preguntas - algunas - caen por su propio peso: ¿por qué no se lo ahorran y hacen algo verdaderamente útil, como mejorar las condiciones de los jóvenes que se pretende rehabilitar? ¿Por qué no se presenta o se aprueba una Ley que permita abrir más centros deportivos en las poblaciones modestas? ¿Por qué no se presenta o se aprueba una Ley que permita entregar más recursos para combatir la droga? ¿Por qué no dejan que los jóvenes gasten sus energías en el estudio en vez de andar metidos en cambulloneos y trinquetes políticos? En fin, para no ser lato, ¿por qué no se hace política en serio?

viernes, noviembre 02, 2007

¿Es tan malo celebrar el Halloween en nuestro país?

Desde la llegada de esta pagana fiesta a nuestras tierras todo tipo de epítetos descalificatorios se han dicho y escrito al respecto, muchos de ellos - si no la mayoría – expresando que forma parte de la colonización cultural a que nos somete el norte imperialista, que sólo es una oportunidad más de engordar los bolsillos de los comerciantes, que es algo totalmente ajeno a nuestras tradiciones, que sólo refleja la permeabilidad de algunas mentes simples, etcétera y etcétera.

Antes de continuar permítaseme contar dos experiencias personales: la primera, referida a la lectura del libro La Fuerza del Budismo, que contiene una serie de entrevistas que Jean-Claude Carrière le hizo a S.S. el Dalai Lama. En una parte el entrevistador le comenta la fuerte impresión que le ocasionó el ver a indígenas del Amazonas, adornados con plumas y semidesnudos, manejando hábilmente cámaras de vídeo, lo cual demostraba, a su juicio, el dominio mundial de algunas culturas en detrimento de otras, lo que, a la postre, llevará a estas últimas a la desaparición. S.S. reflexionó un rato en silencio y luego le respondió que no estaba de acuerdo con él, que si los indígenas quieren y usan cámaras, hacen bien en quererlas y en usarlas, porque el hecho que no las hayan inventado no significa que les sean ajenas ya que la tecnología no es consustancial a los países más desarrollados ni está destinada sólo a sus habitantes, pues es un bien común a todos, un bien que termina por acercarnos y unirnos.

La segunda se refiere a mi propia experiencia con esta fiesta, ya que mi padre trabajó en una empresa minera norteamericana y todos los años concurríamos, con la alegría propia de los niños (sí, porque también fui niño alguna vez), a atiborrarnos de golosinas y a intentar ganar un premio por nuestros disfraces (me gané uno, una vez. $ 500 de entonces, algo así como $ 0,0005 de hoy, que me sirvieron para pagarme un par de entradas al cine) Apenas oscurecía nos íbamos a golpear puertas, provistos de un saco y armados con un jabón, para recibir dulces o rayar los vidrios si no había trato (rayarlos con el jabón, no con un clavo ni con una piedra, como hoy) y nos reíamos con alegría, sin saber ni importarnos si esa fiesta era para lavarnos el poco cerebro que teníamos ni si constituía el lado apenas visible de alguna terrible conspiración imperialista, organizada en algún rincón del mundo por algún siniestro y perverso agente de la CIA.

Se fueron los norteamericanos y se acabó la fiesta, aunque para mí se había acabado ya mucho antes, cuando dejé de ser niño y me convertí en un joven adolescente con ideales de justicia social.

Reconozco que cuando llegó de nuevo esta práctica pagana - tan pagana como otras tantas prácticas que hay a lo largo y ancho del mundo y cuya única diferencia con aquella es que éstas, en vez de disfraces, se revisten con ropajes respetables y, en vez de monstruos de juguete, cuentan con voceros y líderes que presumen de sabios o santurrones - a instalarse masivamente en nuestro país también abjuré de ella pero como los años no sólo nos regalan achaques sino también prudencia (que, como digo siempre, es - interpretando libremente a Aristóteles - algo así como la versión económica de la sabiduría) me pregunté si en verdad era tan malo todo esto y me respondí que no, pues si no fue mala para mí, ¿por qué debiera serlo para el resto? Si por participar del Halloween cuando niño no me convertí en un agente del imperialismo yanqui; no dejé de leer a Neruda, a De Rokha, a Whitman, a la Mistral……..; no dejé de condenar la guerra de Vietnam; no me convertí en un explotador y no perdí mis anhelos de justicia ¿por qué con los niños de hoy debiera ser distinto? Después de todo, la celebración de una fiesta no es más que eso.

El año pasado - como siempre - no compramos dulces y nos hicimos el propósito - como siempre - de no abrirle nuestra puerta a ningún niño; pero mi hija pensó distinto, compró dulces y les abrió; cuando escuché la zalagarda salí a ver, a curiosear más bien, y ¿qué encontré? Niños, muchos niños disfrazados, felices, expectantes y con los ojos bien abiertos, esperando el dulce regalo de unos desconocidos; niños cuyo único afán era divertirse y obtener su botín. En uno de los grupos andaba un pergenio vestido de conejo blanco y me pregunté, al ver su cara, si habría otra cosa en el mundo que le importase más que recibir unos dulces. Por cierto, nada: sencillamente esa noche no había nada más importante para él.

Recordando el libro que mencioné desde entonces he pensado (sí, porque también lo hago, a veces; no muy frecuentemente, pero lo hago) si los que reclaman, denigran o despotrican en contra de esta fiesta tienen razón y concluyo que no. Si no reclaman, denigran o despotrican en contra del perreo, la cumbia, el tango, el rock and roll, el axé, el reggaeton, la salsa, el sound sound y otras finuras y delicadezas similares y no autóctonas, ¿por qué lo hacen contra el Halloween?; si no reclaman, denigran o despotrican en contra del aborto pero sí se escandalizan y duelen hasta las lágrimas por la muerte de un montón de perros vagos, ¿con qué criterio de justicia las emprenden contra el Halloween, que no mata ni muerde a nadie?; si muchos lo único que anhelan - si llegasen a tener el dinero suficiente (vía premio ¡qué va!, no de trabajo) - es correr a entregárselo a otros para tener el auto más caro y ostentoso y vestirse con ropa “de marca”, que le dicen, ¿por qué demonizan a quienes hacen fortuna merced del Halloween?; si no reclaman, denigran o despotrican en contra del “júrgol” - más bien es todo lo contrario -, que lo inventaron y trajeron los ingleses, y que sí es harto totalitario, invasivo y enajenante, además de ordinario, ¿por qué lo hacen contra el Halloween?; si no reclaman, denigran o despotrican en contra de Internet, nacida en las entrañas mismas del Pentágono y desde donde pesquisan todo lo que se mueve a través ella - incluso este post -, ¿por qué lo hacen contra el Halloween? Y hasta aquí llego, porque me cansa escribir de mezquindades y de miseria suprema, que - al decir de Víctor Hugo - siempre es ocasión de obscenidades.

Pareciera que los seres humanos, invariablemente, necesitáramos crear demonios para poder tener gatos negros que quemar. Nos gusta - me sumo a estos ejercicios - mostrarnos como sujetos abiertos de mente pero no podemos resistir la tentación de cegar a quien quiere ampliar su mirada. Presumimos de tolerantes y colgamos sin asco al primero que piense y actúe distinto a nosotros. Nos gusta que nos dejen vivir tranquilos pero cuando alguien desea vivir aparte, aun con sus inconvenientes y sus abusos, le negamos el derecho a ser reconocido y respetado. No soportamos la discriminación a las minorías pero estamos disponibles y dispuestos a negarle entusiasta y arbitrariamente la alegría a un montón de niños, por la única razón que no nos gusta la causa o el motivo de ella o, lo que es peor, simplemente porque nos molesta la alegría ajena. Pero ¡¡qué le vamos a hacer!! pues - nuevamente Víctor Hugo - siempre hay modo de encontrarse con el error en el camino de la verdad.

Por eso el miércoles en la noche sí abrimos las puertas de nuestra casa y sí regalamos dulces a los niños, que se fueron contentos, como niños.

La única diferencia que noté, respecto de los patrullajes nocturnos de mi niñez, fue que entonces andábamos solos por las calles y hoy los niños van acompañados por sus padres o sus mayores, lo cual habla muy mal de nosotros…………. no del Halloween.